‘Bajo Fuego Enemigo’ presenta la guerra tal y como la ven los soldados

WIB culture November 6, 2016

Captura de pantalla del documental Taking Fire del canal Discovery El nuevo documental del canal Discovery muestra el mortal valle Korengal en Afganistán desde...
Captura de pantalla del documental Taking Fire del canal Discovery

El nuevo documental del canal Discovery muestra el mortal valle Korengal en Afganistán desde el punto de vista de los soldados

por MATTHEW GAULT

El COP (Combat Outpost) [puesto avanzado de combate] Michigan protegía la entrada al valle Korengal desde su posición en la parte central del valle del río Pech, en Afganistán, en pleno corazón del territorio de los Talibán. A tan solo tres kilómetros tierra adentro en el valle Korengal, Sebastian Junger y Tim Hetherington grabaron sus documentales Restrepo y Korengal. Aquí es donde Marcus Luttrell se convirtió en el único superviviente [Lone Survivor].

En 2010, Ken Shriver, J.J. McCool y Kyle Boucher, soldados de la 101ª División Aerotransportada del Ejército de Tierra estadounidense, patrullaban por el Korengal desde el COP Michigan. Casi todos los días alguien disparaba contra el puesto avanzado desde las montañas circundantes. Los combates eran continuos. La muerte acechaba por todas partes.

“Uno se da cuenta rápidamente de que no hay ni un solo sitio de la base en el que estés seguro”, dice McCool mientras en pantalla se ve una secuencia de vídeo en la que algunos vehículos blindados son alcanzados por una explosión. “Sencillamente no puedes hacer nada para evitarlo”.

Así es Taking Fire [bajo fuego enemigo], la impactante nueva serie documental del canal Discovery que se estrenó el 13 de septiembre en EE.UU. Taking Fire sigue los pasos de la Compañía Delta de uno de los batallones de primera línea de la 101ª División Aerotransportada durante su sangriento año en el COP Michigan.

“Estábamos recibiendo fuego desde una cueva al suroeste”, recuerda Shriver, uno de los cabos primeros de sección de la Compañía Delta, durante una entrevista en la actualidad, años después del despliegue de su unidad en el Korengal.

Sus ojos se giran hacia arriba y hacia atrás, como si estuviera recuperando la información de un archivo en su cerebro. De los fragmentos de imágenes de la memoria de Shriver en el presente a una visión en primera persona el día de la emboscada. La secuencia de vídeo procede de la cámara que Shriver llevaba en el casco.

“¿Por qué no te haces con un puto TOW?” le pregunta Shriver a un soldado, refiriéndose al potente misil contracarro de guiado visual por cable lanzado desde un tubo [Tube-launched, Optically tracked, Wire-guided (TOW)]. “Métete en un puto vehículo TOW. Mátalos”.

El otro soldado viste camiseta y pantalón corto color gris del Ejército de Tierra estadounidense. Él va con gafas de sol y lleva fusil. “Pero voy a tardar cinco minutos”, balbucea el soldado.

“Joder, pues ponte con ello de una puta vez”, le responde Shriver. “Tienes sólo cinco minutos”. El soldado sale cagando leches hacia el vehículo TOW. “Espabila, hijoputa”, le grita Shriver.

“La razón por la que me encanta el TOW”, explica Shriver en la actualidad, “es porque con el visor se ve muy bien. El tirador puede disparar un misil TOW que va guiado por cable y meterlo dentro de una pequeña cueva. Utilizo el martillo más grande que tengo a mi alcance para generar cierta conmoción en el enemigo [shock and awe]”.

La cámara vuelve a 2010 al COP Michigan. Un vehículo resistente a las minas (MRAP) que monta un lanzador TOW cruza el puesto avanzado a toda velocidad y se detiene en la zona de toma [landing zone (LZ)] de helicópteros. Los soldados que van dentro buscan el blanco a lo largo de la cresta cercana.

“Si tengo un misil TOW que cuesta, cada uno, 65.000 dólares… pues vale”, comenta Shriver con su voz de fondo. “Es lo que voy a utilizar. Los Talibán lo llaman el dedo de la muerte”.

“Dadles caña, hijosputa”, grita Shriver a sus soldados en 2010. Disparan el misil. Surca los cielos y explota en las montañas. “¡Que os den por el culo, hijos de puta!”, vocea Shriver.

“Les acojona de verdad”, dice a la cámara en 2016.

Lo que diferencia a Taking Fire de otros documentales similares, tales como Restrepo y Hornet’s Net [nido de avispón], es que se trata de las historias de los propios soldados, contadas por ellos mismos, sin ningún tipo de edición. Se trata del día a día de un soldado estadounidense al principio de la estrategia del Presidente Barack Obama de aumentar las tropas [the surge] en Afganistán.

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Taking Fire sigue los pasos de cinco soldados en concreto, entre los que se encuentran McCool, Boucher y Shriver, e intercala las secuencias tomadas por sus cámaras personales con las entrevistas realizadas seis años después de los acontecimientos reales.

De vez en cuando interviene un cortés narrador británico para explicar cómo funciona un misil TOW o para dar una breve lección de historia sobre el Korengal. No obstante, esas intervenciones no abundan. El enfoque principal de Taking Fire gira en torno a la misión y el compañerismo de los soldados.

“No todo el mundo llega a comprender realmente lo que el típico soldado de infantería de entre 18 y 22 años de edad tiene que soportar diariamente en una zona de operaciones de combate cinético [kinetic combat]”, me comenta Boucher por teléfono.

“Me alegra que se vaya a emitir [el documental]. Con un poco de suerte le abrirá los ojos a la gente. Sirva para que se vea por lo que estamos luchando y por lo que nos estamos jugando la vida todos los días”.

Boucher se alistó a los 21 años. Le pregunto por qué y su respuesta es sencilla. “Quería combatir”.

Le pregunto si buscaba la aventura o creía en alguna causa. “Un poco de ambas cosas”, dice. “Buscaba la aventura, para eso me alisté en el Ejército. Pero me metí en infantería porque quería luchar por mi país”.

Él y McCool se hicieron amigos rápidamente cuando el azar los colocó en la misma sección. Boucher es un tipo reservado, incluso un tanto impasible. McCool es un tipo eufórico, extrovertido y me parece que un poco loco.

Al principio de Taking Fire asoma la cabeza por detrás de la piedra en la que ha buscado una cubierta durante un combate únicamente para que la cámara pudiera grabarlo todo. Quiere realizar una buena toma del impacto de un misil que lanza un avión estadounidense.

Más tarde se pone a recorrer las cabañas del COP Michigan con una careta de tigre de esas de plástico barato preguntándoles a sus compañeros de armas cuáles serían sus últimas palabras. En ese episodio Boucher comenta ante la cámara que a la gente le gusta McCool… o le odian.

Boucher se ríe cuando le pregunto por la actitud de McCool en la escena de la piedra y la cámara. “No era tanto que intentara conseguir una buena toma como obtener información”, explica. Boucher me dice que el trabajo de McCool en la sección consistía en obtener tanta información como fuera posible para enviársela a la cadena de mando.

“Ya sea sacando fotos de un pueblo para conocer la configuración del terreno o, como se ve en ese episodio, grabando la caída de esa bomba”, dice Boucher. “Siempre iba a más y más allá por el bien del pelotón, por el bien de la misión”.

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Taking Fire sigue los pasos de sus protagonistas en el presente. McCool juega al póquer profesionalmente en la actualidad. Boucher abandonó el Ejército en 2012 y volvió a casa para cuidar de su padre enfermo. Trabaja en la construcción y, como bombero a tiempo parcial, se mete en edificios en llamas. Eso le ayuda a sentirse vivo, dice. Dice que echa de menos el Ejército.

“Estábamos muy unidos”, dice Boucher sobre su sección. “Lo hacíamos todo juntos. Siempre nos cubríamos las espaldas mutuamente. Si alguien estaba de bajón, siempre había alguien a su lado para animarle. Eso es sobre todo lo que más echo de menos”.

Me dice que siente algo similar por sus compañeros bomberos, pero que no es exactamente lo mismo. “El trabajo de bombero también es peligroso y tu vida depende igualmente de los compañeros que tienes a tu lado”, explica. “Sin embargo, cuando te encuentras en el río Pech en el valle Korengal resulta un poco más normal que tu vida dependa de tus compañeros”.

Tiene razón. La revista Time denominó al Korengal “el valle de la muerte en Afganistán”. En 2010, Boucher y su sección tenían combates a diario, a veces varios en un mismo día. Boucher dice que todavía lo echa de menos.

“Es difícil de explicar”, me dice. “Cuando una bala te pasa tan cerca de la cabeza que puedes olerla, ya sabes, el subidón de adrenalina… estás tan cerca de la muerte que estás más vivo que nunca. No hay nada que pueda superar ese tipo de sensación”.

“Eso es por lo que quería ser bombero”, añade. “Aún quería sentir esa adrenalina. Esa aventura. Pero nada puede superar lo que se siente al cazar hombres armados”.

Taking Fire muestra mucho más que la mera caza y la adrenalina, aunque incluye un montón de ambas cosas. Para Boucher y sus compañeros de armas, el documental constituye una gran oportunidad para homenajear a los caídos. El canal Discovery se puso en contacto con ellos después de ver sus vídeos de combate en un grupo de Facebook.

“En este país hay 20 millones de veteranos”, dice Boucher. “Además de cinco mil [muertos] en Afganistán e Irak. No todo el mundo tiene la oportunidad de que se cuente su historia. La historia de dos chavales de mi sección a los que mataron allí va a quedar inmortalizada. Todo el mundo sabrá quiénes eran, qué hicieron allí y cómo los mataron”.

“Se trata de algo importante porque cuando sale en las noticias y dicen ‘mataron a tal persona’, no es más que un nombre. Cuando puedes ponerle una cara a ese nombre y decir estos chavales estadounidenses… fueron allí y los mataron, supone que se sepa su historia. Esa es la principal razón por la que quisimos hacerlo [el documental]”.

“Queremos que sepan que no olvidamos sus muertes. Pensamos en ellos todos los días. ¿Qué mejor manera de homenajear a tus hermanos de armas que dejar que todo el mundo en este país vea lo que hicieron?”

Traducido por Jorge Tierno Rey, autor de El Blog de Tiro Táctico.

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