Para tu información, EE.UU. realmente ganó una guerra en Filipinas

July 31, 2015

¿Sabías que EE.UU. tuvo una guerra en Filipinas? por DAVID AXE Éste es un fragmento de mi libro Shadow Wars , disponible...

¿Sabías que EE.UU. tuvo una guerra en Filipinas?

por DAVID AXE

Éste es un fragmento de mi libro Shadow Wars [Guerras en la Sombra], disponible sólo en inglés en Potomac Books.

Los militares estadounidenses ya lucharon contra islamistas por primera vez en Filipinas en 1899, cuando las islas, botín de la Guerra Hispano-estadounidense, se convirtieron en territorio estadounidense. Los combates se sucedieron de forma irregular a lo largo de los siguientes cien años, principalmente en la región sureña de Mindanao.

En 2001 Mindanao servía como refugio de una vacilante alianza de grupos islámicos, con el Frente Moro de Liberación Islámica (FMLI) [Moro Islamic Liberation Front (MILF)], Jemaah Islamiyah y Abu Sayyaf a la cabeza, estos dos últimos socios de Al Qaeda. En diciembre de ese mismo año Jemaah Islamiyah planeaba un ataque contra la embajada de EE.UU. en Singapur, pero las autoridades singapurenses lo frustraron antes de que se produjera.

El sur de Filipinas, lugar apartado y abrupto, era el análogo tropical de las montañas y desiertos preferidas por los milicianos islámicos en otras partes del mundo. “Prácticamente nada más que selva, montañas y campos de arroz” es cómo Rocky Zeender, un antiguo soldado de las Fuerzas Especiales que pasó tres años en la zona, describía el terreno. “Todo era selva muy espesa, bosques muy frondosos, terreno muy escarpado y de muy difícil acceso, tanto que a veces resultaba imposible ir en vehículo y sólo se podía ir a pie”.

En enero de 2002, el Mando de Operaciones Especiales [Special Operations Command] estadounidense desplegó en Filipinas la Fuerza Operativa Conjunta [Joint Task Force] 510 para combatir junto a los militares filipinos contra los islamistas. La fuerza operativa pronto cambiaría su nombre por el de Fuerza Operativa Conjunta de Operaciones Especiales-Filipinas [Joint Special Operations Task Force-Philippines] y aumentaría su entidad hasta los 600 soldados, infantes de marina, marineros, aviadores y civiles con camiones, lanchas rápidas armadas, helicópteros, aviones de transporte C-12 y aviones espía U-28.

Con el pretexto de un ejercicio de adiestramiento en marzo de 2002, Washington envió a Filipinas drones GNAT, el hermano mayor, más lento y más pequeño del Predator. Los comentarios de un portavoz militar dieron la impresión de que los GNATs eran medios del Pentágono, pero en realidad los militares no tuvieron sus propios GNATs hasta el año siguiente. Por lo visto los GNATs de Filipinas eran de la CIA, adquiridos junto con los más poderosos Predator del contingente inicial de la agencia.

En una foto tomada en la base aérea Edwin Andrews, próxima a la ciudad de Zamboanga, al sur del país, donde se alojaba la Fuerza Operativa 510, se podían ver hombres vestidos de civil, probablemente trabajadores de General Atomics, trabajando en un GNAT antes o después de una misión, con aviones de ataque OV-10 Bronco del Ejército del Aire filipino al fondo de la imagen.

El pretexto del ejercicio de “adiestramiento” no servía. Las leyes filipinas prohibían que fuerzas extranjeras llevaran a cabo misiones militares en las islas, así que la fuerza operativa estadounidense estaba legalmente limitada a asesorar a las fuerzas nacionales. Los estadounidenses estiraron esa definición todo lo que pudieron. De hecho, los militares estadounidenses tenían una guerra en Filipinas, una realidad que quedaba patente por el número de estadounidenses fallecidos.

Los accidentes eran el principal motivo de fallecimiento. El 22 de febrero de 2002 un helicóptero MH-47 del ET estadounidense explotó en el aire y se estrelló en el mar en el sur de Filipinas cuando regresaba de una misión nocturna, falleciendo 10 de sus 18 ocupantes. Cuatro soldados más murieron en accidentes entre 2004 y 2007. Las emboscadas enemigas también se cobraban vidas. El 2 de octubre de 2002 una bomba a base de clavos hizo explosión en el exterior de una cafetería de Zomboanga, matando a un soldado de las Fuerzas Especiales. Siete años después, el 28 de septiembre, un artefacto explosivo improvisado [improvised explosive device (IED)] alcanzó a un Humvee y dos comandos estadounidenses murieron.

Dicho esto, las fuerzas filipinas llevaron a cabo la mayor parte de los combates, por tierra, por mar y por aire. Con el apoyo estadounidense, valorado inicialmente en 15 millones de dólares al año con un aumento gradual hasta alcanzar no menos de 30 millones de dólares, los heterogéneos militares del país se hicieron más esbeltos, más inteligentes y más letales.

Los OV-10s, que sumaron un par de docenas en su momento álgido, constituían la columna vertebral del diminuto Ejército del Aire filipino y soportaron el peso de la campaña de bombardeos intensivos contra los milicianos del sur. En mayo de 2000, cuatro Broncos lanzaron bombas de 500 y 750 libras (227 y 340 kilos) sobre un campamento del MILF, despejando el camino para que soldados del ET filipino ocuparan la base. Cuarenta y tres combatientes del MILF murieron junto con cuatro militares nacionales.

Pero los aviones bimotor biplaza, armados con ametralladoras y bombas convencionales no guiadas, databan de la época de la Guerra de Vietnam y necesitaban imperiosamente una actualización. La teniente Mary Grace Baloyo, por aquel entonces una de las pocas mujeres filipinas piloto de Bronco, regresaba de un vuelo de entrenamiento cuando parece ser que le fallaron uno o ambos motores. El copiloto de Baloyo se eyectó, pero Baloyo permaneció a los mandos del bombardero el tiempo suficiente para alejarlo de zonas pobladas mientras caía en picado, y falleció al estrellarse contra el suelo. El accidente de Baloyo en marzo de 2001 no fue más que uno de una trágica letanía de accidentes que poco a poco recortó a la mitad el número de Broncos.

Aunque no está del todo claro que los Estados Unidos proporcionaran financiación específicamente para las mejoras de los OV-10s, no fue hasta después de que el Pentágono empezara a garantizar el apoyo a las Fuerzas Armadas de Manila cuando el Ejército del Aire filipino, en 2004, por fin firmó un contrato de 6 millones de dólares para la renovación. La empresa estadounidense Marsh Aviation suministró los nuevos motores, con hélices de cuatro palas en lugar de las tres habituales, e implementó un programa de mantenimiento mejorado. Los cambios “mejoraron la capacidad operativa y el grado de alistamiento del Ejército del Aire”, alardeaba el Ministerio de Defensa filipino [Department of National Defense].

Y ese fue sólo un primer paso. Una segunda tanda de actualizaciones siete años más tarde transformaría los Broncos en bombarderos de precisión de alta tecnología capaces de realizar ataques en la oscuridad de la noche. En conjunción con un número creciente de drones estadounidenses, los antiguos bombarderos se convirtieron en el arma más letal de Filipinas, y por ende de los EE.UU., en la guerra contra el brazo de Al Qaeda en el sudeste asiático.

Y casi nadie fuera del campo de batalla de la selva se dio cuenta siquiera.

Arriba — un marinero de la Armada estadounidense lanza un drone Puma durante un ejercicio con fuerzas filipinas en Tailandia. Foto de la Armada estadounidense. En la parte — las Fuerzas de Operaciones Especiales del Ejército de Tierra estadounidense adiestran a los soldados filipinos. Foto de Wikipedia Commons.

La guerra de los drones

Desde unos comienzos humildes, la fuerza estadounidense de drones en Filipinas creció en tamaño y sofisticación, aunque oficialmente rara vez se admitía tal expansión. En 2002 un portavoz militar mencionó de pasada al drone GNAT, lo que fue uno de los pocos comentarios del gobierno estadounidense sobre el arsenal de estos robots que tenían en Filipinas.

Es más, el aumento de los drones estuvo marcado principalmente por los fallos y por la destrucción que provocaban, es decir, por los daños que ocasionaban los ataques de los robots voladores además de los drones que se estrellaban y los que presuntamente eran abatidos. Cuando se lanzaba algún misil y empezaban a aparecer los fuselajes hechos pedazos de los drones abatidos, a veces las fuentes oficiales se veían obligadas a dar explicaciones. Y cuando se mordían la lengua sin decir nada, la presa de los drones, los milicianos islamistas, no dudaban en hablar.

En marzo de 2002 se estrelló un GNAT en Caldera Bay, 16 kilómetros (10 millas) al oeste de la ciudad de Zamboanga. A la vista de los pescadores locales, buceadores filipinos y SEALs de la Armada estadounidense recuperaron el robot “prácticamente intacto”, les comentó el General de Brigada del ET estadounidense Donald Wurster, comandante de las Fuerzas Especiales en el Pacífico, a los medios de comunicación locales. “Nadie resultó herido. El piloto está sano y salvo”, bromeaba Wurster.

Cuatro años más tarde, el 10 de febrero de 2006, una aeronave no tripulada [Unmanned Aerial Vehicle (UAV)] que se describió que tenía una envergadura de un metro, posiblemente un modelo lanzado a mano por las Fuerzas de Operaciones Especiales estadounidenses, se estrelló contra los aldeanos de las montañas de la isla de Jolo, un reducto del FMLI.

Los aldeanos musulmanes, afines al grupo rebelled, les dijeron a unos reporteros de televisión que le devolverían el robot de color blanco al gobierno estadounidense o al filipino por 100.000 pesos, unos 2.000 dólares. Los reporteros lo llamaron un “rescate”. No existe constancia de que se hubiera pagado nunca.

Según el New York Times, en algún momento de 2006 los Predator estadounidenses lanzaron una “lluvia” de misiles Hellfire sobre un campamento miliciano en el que se pensaba que se alojaba Umar Patek, un miembro indonesio de Jemaah Islamiyah sospechoso de colaborar en la preparación del atentado de bomba de 2002 contra un local nocturno de Bali en el que murieron más de doscientas personas.

Patek sobrevivió. Cinco años después, en enero de 2011, fue detenido en Abbottabad, Pakistán, sin que por una casualidad sea la misma ciudad en la que SEALs de la Armada estadounidense mataron a Osama Bin Laden en el mes de mayo de ese mismo año. Un tribunal indonesio condenó a 20 años de prisión a Patek tras admitir su participación en el atentado de Bali.

El Coronel David Maxwell, comandante de la estadounidense Fuerza Operativa Conjunta de Operaciones Especiales-Filipinas [Joint Special Operations Task Force-Philippines] en el momento del presunto ataque, negó la información del New York Times. “Durante mi estancia en Filipinas entre 2001 y 2007, ni se utilizaron Predator o Reaper, ni hubo misiles Hellfire, ni mucho menos ‘una lluvia de misiles Hellfire’”.

En octubre tras esa supuesta lluvia de misiles lanzados por drones, infantes de marina estadounidenses de la 31ª Unidad Expedicionaria de Infantería de Marina [31st Marine Expeditionary Unit] llegaron a Filipinas para un ejercicio de adiestramiento. Trajeron consigo un drone Silver Fox experimental fabricado por Advanced Ceramics Research, con sede en Arizona. El UAV, con 11 kilos (25 libras) de peso y una envergadura de 2’4 metros (8 pies), podía apoyar “una amplia variedad de misiones, que iban desde reconocimiento de itinerarios, seguridad de área-retaguardia, o búsqueda y rescate, hasta evaluación de daños tras un ataque”, decía el cabo Jesse Urban, uno de los operadores del drone.

“El Silver Fox es un medio importante para nosotros”, decía Urban, a lo que añadía una advertencia que ya era de general conocimiento entre los operadores de UAV estadounidenses. “El entorno de aquí comprende una meteorología nada favorable”.

En parte por esa razón los drones estadounidenses continuaban cayendo del cielo sobre el sur de Filipinas. Un UAV sin especificar, con una envergadura de 2’4 metros (8 pies), posiblemente un Silver Fox, se dio contra un cocotero cerca de Maguindanao el 18 de octubre de 2008 y se estrelló. Las autoridades filipinas y estadounidenses trataron de ocultar el incidente, pero los periodistas locales dieron la noticia.

Dos semanas más tarde se cayó otro UAV en Talayan, a las afueras de Maguindanao, territorio del FMLI. Los rebeldes reivindicaron que lo habían abatido ellos. Una foto que se colgó en Internet no dejaba lugar a dudas: el robot volador en cuestión era otro Silver Fox.

“El avión espía está intacto y en buenas condiciones y no se lo vamos a devolver a los militares estadounidenses”, le decía el líder rebelde Mohagher Iqbal a un periodista. “Ahora es propiedad del FMLI”.

Para no quedarse atrás respecto a sus camaradas estadounidenses, los soldados Filipinos empezaron a estrellar en territorio rebelde sus propios UAVs de cosecha propia. La Armada de Manila modificó helicópteros de radiocontrol para utilizarlos en tareas de videovigilancia. Al parecer uno de estos aparatos sobrevoló un “violento combate” entre fuerzas gubernamentales y rebeldes en Maguindanao en junio de 2009.

“El comandante Wahid Tundok le ordenó a uno de sus tiradores que apuntara al fastidioso vehículo aéreo”, le dijo el FMLI a los periodistas. “Y con un disparo se estrelló contra una ladera”.

Supuestamente el ejército de tierra intentó recuperar los restos previo pago de 400.000 pesos, unos 8.000 dólares, pero los rebeldes rechazaron la oferta. Manila incluso negó el uso del drone. Pero las evidencias de la guerra de los drones sumaban años de desmentidos intermitentes por parte de Manila y Washington. Y la mejor evidencia radicaba en el aumento de la escala, precisión y letalidad de los ataques gubernamentales sobre el FMLI y otros grupos milicianos en Filipinas.

Con comandos sobre el terreno, bombarderos OV-10 modernizados en el aire y una auténtica flota de robots en apoyo, las fuerzas filipinas y estadounidenses exprimieron y sangraron a los milicianos durante una década de combate encubierto.

Un avión de transporte MC-130 de las Fuerzas de Operaciones Especiales del Ejército del Aire estadounidense vuela sobre la bahía Subic en Filipinas. Foto del Ejército del Aire estadounidense.

Fuerza delegada

A mediados de 2010 el Congreso de los EE.UU. aprobó un paquete de 19 millones de dólares para modernizar aún más la reducida fuerza filipina de bombarderos OV-10 Bronco. El suministro de armas, del que se encargó Raytheon, incluía por lo menos 22 bombas de 500 libras (227 kilos) guiadas por satélite además del adiestramiento y el apoyo técnico necesarios para utilizarlas.

Las primeras bombas llegaron a Filipinas en noviembre de ese mismo año. Al mes siguiente, los pilotos de Bronco se reunieron con un estadounidense experto en municiones de precisión. El adiestramiento empezó en enero y en marzo los técnicos empezaron a modificar los Broncos para llevar las nuevas bombas. Los primeros lanzamientos de prueba tuvieron lugar en mayo. En junio llegó otra remesa de bombas.

A principios de 2012 la guerra en la sombra de EE.UU. contra los Islamistas en Filipinas cumplió una década. Las Fuerzas de Operaciones Especiales estadounidenses, unas 700 personas en su momento álgido, adiestraron y equiparon a las fuerzas filipinas, les facilitaron la inteligencia obtenida de los drones y los satélites y les acompañaron en combate.

Diecisiete estadounidenses había fallecido junto con unos 600 soldados filipinos. Pero los milicianos sufrieron muchas más bajas. En 2002 los gobiernos filipino y estadounidense imprimieron carteles de busca y captura en los que se podían ver a los 24 terroristas más buscados de Abu Sayyaf, Jemaah Islamiyah, el Frente Moro de Liberación Islámica y otros grupos terroristas. Diez años más tarde, 19 de esos terroristas ya estaban muertos o presos.

Antes del amanecer del día 2 de febrero de 2012, un confidente escribió un mensaje a los comandantes filipinos y estadounidenses para informarles de que se encontraba con tres de los cinco hombres que quedaban en busca y captura, Zulkifli Bin Hir y Muhamda Ali del grupo terrorista indonesio Jemaah Islamiya y Gumbahali Umbra Jumdail de Abu Sayyaf, en un remoto campamento de Abu Sayyaf en la isla de Jolo. Las fuerzas estadounidenses lanzaron un drone Scan Eagle que orbitó silenciosamente sobre la base rebelde confirmando que la coincidencia de la información de los mensajes del confidente con los detalles observables desde el aire.

Los comandantes filipinos y estadounidenses confirmaron las identidades de los blancos y a través de sus respectivas cadenas de mando solicitaron autorización para un ataque aéreo. Las respuestas no se hicieron esperar.

Autorizado.

Dos Broncos, cada uno con dos bombas de precisión, despegaron muy probablemente desde la base aérea Edwin Andrews, en Zamboanga, principal base del Ejército del Aire filipino en el sur.

El confidente abandonó el campamento, observado todo el tiempo por el drone que lo sobrevolaba. Entre las 0200 y las 0300 horas de la madrugada, los Broncos lanzaron sus cuatro bombas, que pulverizaron la base rebelde. Los supervivientes huyeron bajo la atenta mirada del Scan Eagle. Las fuerzas filipinas fueron a su encuentro.

El confidente regresó a la zona de impacto para confirmar los muertos. Jumdail había sido “aniquilado”, Bin Hir estaba “cortado a la mitad”, y Ali sangraba abundantemente y casi no respiraba, según los mensajes del confidente.

Posteriormente no hubo confirmación oficial de las muertes de Bin Hir y Ali, pero el mazazo contra los terroristas filipinos había sido decisivo.

Al ver una puerta abierta al diálogo, a finales de 2012 el presidente filipino Benigno Aquino tendió su mano al FMLI, con diferencia el mayor grupo insurgente filipino. A cambio de entregar las armas, los islamistas ganarían autonomía política dentro de un nuevo estado filipino en el sur.

El FMLI, quizás ante lo que se les venía encima en el caso de continuar luchando, aceptó la oferta. El grupo rebelde renunció a sus lazos con Abu Sayyaf y Jemaah Islamiyah, desencadenándose al menos un combate entre el FMLI y sus antiguos aliados. En febrero de 2013 Aquino realizó una visita a la Fortaleza rebelde en Mindanao para firmar un acuerdo de paz. El acuerdo prometía por fin privar a los terroristas de su santuario en Filipinas.

Con la firma del acuerdo de paz, EE.UU. podía reivindicar provisionalmente su victoria en la guerra en la sombra en Filipinas. Y en junio el Almirante Bill McRaven, jefe del Mando de Operaciones Especiales, dijo que la presencia estadounidense en el país archipiélago podía empezar a reducirse.

El libro Shadow Wars [Guerras en la Sombra] está disponible sólo en inglés en Potomac Books.

Traducido por Jorge Tierno Rey, autor de El Blog de Tiro Táctico.

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