Un tren militar nazi cargó con el cañón más grande jamás fabricado

La 2ª Guerra Mundial supuso el ocaso de la artillería sobre raíles

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Los trenes militares dominaron el combate durante más de 100 años. La enorme artillería sobre raíles bombardeaba al enemigo mientras los trenes descargaban tropas... Un tren militar nazi cargó con el cañón más grande jamás fabricado

Los trenes militares dominaron el combate durante más de 100 años. La enorme artillería sobre raíles bombardeaba al enemigo mientras los trenes descargaban tropas y aprovisionamientos. Durante un breve momento, las terroríficas máquinas constituyeron el arma más peligrosa del campo de batalla. Pero la tecnología avanzaba.

Las mejoras en el desarrollo de carros de combate, coches y aviones durante la 2ª Guerra Mundial marcaron el ocaso de los trenes militares. Sin embargo, los grandes trenes de la 1ª Guerra Mundial todavía gobernaban la imaginación, y los Nazis fabricaron cañones sobre raíles impresionantes, pero poco prácticos.

El alemán Schwerer Gustav [Gustavo Pesado] fue el cañón más grande jamás fabricado. Tenía más de 45 metros de largo y 12 de alto, y pesaba casi 1.500 toneladas. El gigante del acero Krupp A.G. fabricó sólo dos, y ninguno funcionó bien.

El arma derivaba de la experiencia. Tras ser testigo del éxito de otros cañones sobre raíles, el Alto Mando alemán les encargó a los ingenieros de Krupp que diseñaran un arma con la que destruir las fortificaciones de la frontera francesa a lo largo de la línea Maginot.

Sólo el cañón de Gustavo ya medía más de 30 metros y disparaba proyectiles de casi 80 centímetros de diámetro y 3’5 metros de largo con un alcance eficaz de más de 30 kilómetros. Disponía de dos tipos de munición: un proyectil explosivo de cinco toneladas y un proyectil perforante de siete toneladas.

Pero las tremendamente grandes súper armas eran como dinosaurios. Eran demasiado voluminosas, les llevaba demasiado tiempo realizar un disparo y se necesitaban cientos de soldados para manejarlas. Durante siglos mejor artillería significaba artillería más grande, pero eso cambió durante la 2ª Guerra Mundial.

Uno de los cañones K-5 que dispararon sobre las fuerzas estadounidenses en Italia en 1944. Foto de Jeffrey Jung.

Uno de los cañones K-5 que dispararon sobre las fuerzas estadounidenses en Italia en 1944. Foto de Jeffrey Jung

Décadas de historia llevaron hasta el Schwerer Gustav [Gustavo Pesado]. Sucesivamente cañones sobre raíles más pesados y más grandes llegaron hasta el más grande de todos.

La Confederación desplegó el primer cañón sobre raíles del mundo durante la guerra civil estadounidense. Los rebeldes montaron un cañón de artillería naval sobre un chasis y lo utilizaron para hostigar a La Unión durante la batalla de Savage’s Station.

Durante la 1ª Guerra Mundial, las potencias de la Entente convirtieron cañones navales y cañones de defensa en artillería sobre raíles con la que destruir las fortificaciones alemanas a lo largo del frente del oeste. Alemania disponía de su propia flota de piezas de artillería de largo alcance y las potencias de la Entente pronto temieron al atronador rugido del Paris-Geschütz [cañón de París].

Este cañón de 211 milímetros bombardeó París con proyectiles de 110 kilogramos desde una distancia de 120 kilómetros. A cada disparo le llevaba hasta tres minutos alcanzar su blanco mientras el proyectil ascendía a través de la estratosfera. El cañón iba sobre raíles, pero únicamente podía disparar desde puestos de tiro especiales de hormigón.

El Viernes Santo de 1918 uno de los proyectiles aterrizó en una iglesia de París y mató a 91 personas. Fue por casualidad, ya que el cañón tenía una dispersión del tiro que se medía en kilómetros. Los ciudadanos franceses temían que fueran los zepelines alemanes los que les lanzaban bombas desde el cielo.

El cañón de París fue un desmoralizante precursor de las terroríficas armas V de la 2ª Guerra Mundial. Además sirvió de inspiración para una nueva generación de artillería pesada alemana, incluido el Gustav, durante el periodo de entreguerras. El Tratado de Versailles, con el que terminó la 1ª Guerra Mundial, prohibía específicamente la artillería pesada y exigía al gobierno alemán que entregara un cañón de París al completo.

El gobierno no lo cumplió. En su lugar, los ingenieros de Krupp perfeccionaron su diseño. Ajustaron el cañón ampliando el calibre de 21 a 28 centímetros. Esto mejoró la precisión pero redujo el alcance de 130 kilómetros a unos igualmente impresionantes 65 kilómetros. Krupp denominó K-5 al cañón perfeccionado.

Krupp puso en servicio más de 20 K-5s a principios de 1936. Las tropas estadounidenses se enfrentaron a dos de ellos, apodados Roberto [Robert] y Leopoldo [Leopold], durante el desembarco anfibio en Anzio, Italia, en enero de 1944. Las monstruosidades de 218 toneladas destruyeron más de 1.500 toneladas de munición, causaron daños a la flota aliada y dispararon más de 5.500 proyectiles sobre la cabeza de playa estadounidense.

El cañón de París y su sucesor sólo podían disparar recto, lo que obligaba a los ingenieros a poner tramos curvos de vía para ayudar a apuntar el arma, y llevaba varios minutos recargar. A pesar de estos problemas los cañones tuvieron un éxito devastador.

Pero el Schwerer Gustav [Gustavo Pesado] no.

La vaina y el proyectil del cañón Schwerer Gustav [Gustavo Pesado] de 80 centímetros de diámetro. Foto de Johan Fredriksson vía Wikimedia.

La vaina y el proyectil del cañón Schwerer Gustav [Gustavo Pesado] de 80 centímetros de diámetro. Foto de Johan Fredriksson vía Wikimedia

Francia no reparó en gastos ni hormigón para fortificar la frontera franco-alemana en 1934. Berlín necesitaba un arma con la que destruir los búnker de la línea Maginot y le encargó a Krupp que la fabricara. La solución de Krupp fue el Schwerer Gustav [Gustavo Pesado], un cañón tan grande que tenía que circular por dos pares de vías.

Hitler dio el visto bueno para la fabricación del primer Gustav en 1937 y dedicó 10 millones de marcos alemanes, unos 67 millones de dólares de hoy día, al proyecto.

El Fuhrer le encargó a Krupp que terminara el arma antes de la primavera de 1940 para utilizarla durante la prevista invasión de Francia, pero las auténticas capacidades técnicas necesarias para forjar el tremendo cañón retrasaron el proyecto hasta 1941.

Francia había caído y la Wehrmacht nunca necesitó un súper cañón para rebasar la Línea Maginot, sencillamente la bordearon, como hicieron en la anterior guerra mundial. Pero ahora Hitler tenía la pieza de artillería más grande del mundo y pretendía utilizarla. En el verano de 1941 Hitler lanzó su imprudente invasión de la Unión Soviética.

Savastopol, una importante ciudad portuaria de Crimea, era uno de los objetivos clave de la invasión. Era la puerta de salida rusa al Mediterráneo y los Zares se pasaron gran parte del siglo XIX disputándose y fortificando la ciudad. Ahora la fortalezas defensivas soviéticas constituían blancos perfectos para el Gustav.

El despliegue del cañón era una labor intensa de pesadilla. Las limitaciones logísticas y técnicas del cañón restringían su uso.

War Is Boring

La Wehrmacht localizó un puesto de tiro eficaz desde el que los blancos estaban dentro de alcance y envió el arma a Crimea por piezas a bordo de 25 trenes. Cerca de 3.800 hombres invirtieron cuatro semanas en la preparación del puesto de tiro, lo que incluyó la excavación de un túnel de 8 metros para albergar el cañón entre disparo y disparo.

El arma requería una dotación de 250 soldados e ingenieros sólo para disparar su cañón. Para montarla fueron necesarios tres días de trabajo por parte de 1.250 ingenieros, científicos y guardias en una plataforma sobre dos pares de vías construidas especialmente para el arma.

Lo que obtuvo el ejército alemán después de todos estos problemas fue un arma que podía disparar unas 14 veces al día. Tras unos 300 disparos era necesario cambiar el enorme cañón, lo que significaba otro envío desde la fábrica de Krupp en Alemania.

El Gustav realizó un total de 48 disparos sobre Sevastopol, principalmente sobre fortificaciones soviéticas. Nunca volvió a disparar. Berlín invirtió más de 1.000 toneladas de acero, miles de horas de trabajo y millones de marcos alemanes para únicamente 48 disparos en una guerra en la que acero, mano de obra y dinero eran recursos limitados.

En otras palabras, fue una maravilla técnica pero un fiasco militar. En los años venideros, cohetes, armas nucleares y bombarderos pesados ofrecerían las mismas funciones que el Gustav pero con mayor movilidad, alcance y cadencia de fuego.

El Gustav y los K-5s fueron el último adiós al cañón sobre raíles y el tren como arma de guerra.

Maqueta de Dora, el segundo Schwerer Gustav [Gustavo Pesado] de Krupp. Foto de Darkone vía Wikimedia.

Maqueta de Dora, el segundo Schwerer Gustav [Gustavo Pesado] de Krupp. Foto de Darkone vía Wikimedia

Incluso en los años inmediatamente posteriores a la 1ª Guerra Mundial, los trenes blindados llevaban destacamentos a bordo que utilizaban los trenes como bases móviles. Ahora estaban obsoletos debido a la mejorada eficiencia de vehículos de ruedas y de cadenas que andan sueltos libres de vías. Pero el uso del tren como plataforma táctica continuó a lo largo de la 2ª Guerra Mundial.

Los alemanes se enfrentaron a trenes blindados en Polonia, Checoslovaquia y la Unión Soviética desde 1939 hasta 1941, y desplegaron sus propios trenes blindados. Como en la guerra anterior, el ejército alemán puso a su servicio los trenes capturados al enemigo.

Tanto los alemanes como los rusos encontraban los trenes blindados mucho más útiles como defensa antiaérea y plataforma de retaguardia. Para el ejército invasor alemán también fueron útiles como unidades anti-partisanos. Pero Berlín fue escéptico a los trenes blindados hasta 1943, cuando la guerra se volvió en su contra y de repente el papel defensivo de los trenes militares se hizo importante.

Las infraestructuras siempre habían limitado a los trenes militares. Los trenes blindados eran eficaces en la protección de vías férreas, y no mucho más. Para la 2ª Guerra Mundial, los vehículos de cadenas no sufrían tales limitaciones. Como las cadenas reparten el peso del blindaje y el armamento estos vehículos podían circular igualmente sobre el desierto, el barro y el asfalto.

Sin un itinerario fijado, los vehículos de ruedas y de cadenas eran menos vulnerables a las emboscadas y sabotajes.

Con la libertad de operar junto con la infantería en cualquier parte del campo de batalla, la guerra mecanizada había madurado. Los trenes siempre habían sido buenos para desplegar tropas, pero ahora se podía llevar los soldados de forma más rápida y eficaz alejados de las vías férreas en camiones y vehículos blindados.

El aumento del poderío aéreo supuso el último clavo del ataúd de los trenes militares.

A nivel táctico, un avión de ataque a tierra como el Ju-87 Stuka podía llevar bombas suficientemente potentes y precisas para destruir vías férreas lejos de las líneas del frente. A nivel estratégico, los Aliados atacaron las infraestructuras ferroviarias como una forma de frenar el movimiento militar y dañar la capacidad industrial. Incluso armas gigantes como el Gustav tenían que tener en cuenta la amenaza de un ataque aéreo y esconderse en túneles cuando no se utilizaban.

Los aviones incluso ofrecían un nuevo medio para desplegar rápidamente tropas a largas distancias. El Día D, los Aliados lanzaron 31.300 paracaidistas en Normandía. Y el Ejército del Aire estadounidense había demostrado lo eficaz que podía ser el aerotransporte de aprovisionamientos cuando transportó cientos de miles de toneladas de aprovisionamientos para el esfuerzo de la guerra en China.

Pero en la pelea por el dominio logístico, el tren continuaba siendo fundamental para el transporte continental de aprovisionamientos y personal, y para posibilitar las atrocidades del Reich. Las vías férreas alemanas fueron las responsables de permitir los horrores a una escala completamente industrial del Holocausto, puesto que cuatro de los seis millones de víctimas llegaron a los campos de concentración a través de la red ferroviaria del Reich.

Al mismo tiempo, las vías férreas fueron en parte responsables del fin de la guerra. Las vías férreas británicas transportaron las tuberías del oleoducto para llevar el combustible a través del Canal de la Mancha, los pontones flotantes de hormigón para llevar vehículos blindados a las playas y los millones de soldados necesarios para acabar con la ocupación alemana de Europa.

Todavía no hay nada como las vías férreas para la logística continental. Incluso a día de hoy, en la era de las grandes aeronaves de transporte, los trenes llevan armas a las tropas rusas en Ucrania y a las fuerzas de la OTAN en Afganistán. Puede que los trenes ya no lleven enormes armas de guerra, pero todavía juegan un papel logístico fundamental que se suele pasar por alto.

Traducido por Jorge Tierno Rey, autor de El Blog de Tiro Táctico.

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